martes, 9 de abril de 2019

Los cinco elementos

Cuando sueñes, hazlo a lo grande
despreocupándote de la razón,
para ocuparte
de aquello que más hace bombardear,
con pasión, tu corazón.
Impúlsate, más allá de los propios límites,
de los que crees tuyos y de los que crees ajenos,
hoy los ves y mañana ya no están, 
tratóse de una ilusión producto de la sed
que te da el deambular por el desierto, 
en lugar de alcanzar el oasis al que, 
en los comienzos, en el aquí y en el ahora, 
fuiste, con conciencia, a peregrinar. 
Más todo es parte del sendero,
tambores al viento, respira hondo e intenso,
marcando el ritmo de tu aliento, 
el pulso de tus pasos
libres de cualquier esfuerzo, 
de cualquier sufrimiento.
Belleza en tus ojos, en tu mirada,
en el paisaje, en el externo, en el interno. 
Atención e intención,
a aquello que te espanta,
y de quemarlo con el fuego sagrado, 
desintegrando todo el temor en sus liberadoras llamas.
Acción y determinación en tus movimientos, 
armónicos y sincrónicos, 
como el árbol cuando danza con el viento, 
acompañados de la sagrada palabra 
que a partir del silencio es creada.
Recógete y cárgate en el bendito útero materno, 
arraigando tus pies bien profundos en la tierra,
la que te nutre y te da el sustento. 
Purifícate con bendita agua y ábrete a recibir
la infinitud del océano del alma. 
Déjate llevar en ese estado de gracia,
en perenne estado de calma.
Regocíjate en la sutileza de lo inmaterial,
respira la esencia pura del éter
y así, Ser la magia hecha realidad.

                                                               Maite Díaz Ortega