sábado, 20 de diciembre de 2014

Mujeres Coloreadas

Mujeres coloreadas,
reparten alegrías, sonrisas y melodías encantadas.
Mujeres coloreadas,
juntas prenden las llamas del alma,
empoderándose y despidiéndose
de las penas ancladas.
Mujeres coloreadas,
comparten la sabiduría ancestral
en sus adentros hallada.
Mujeres coloreads,
unidas co-crean
las más bellas obras jamás admiradas.


                                                                                                                           Maite Díaz Ortega




miércoles, 19 de noviembre de 2014

El ciprés de los pantanos

Se despertó desnuda en medio de aquel espeso bosque y estiró su encogido cuerpo con ahínco. Lentamente, anduvo sintiendo la húmeda tierra hasta detenerse en un claro dónde el sol la alcanzaba. Mientras sus brazos se elevaban, sus pies se enraizaban en el enfangado suelo, sus extremidades se endurecieron súbitamente. Le brotaron hojas aciculares de sus manos. Finalmente, se dejó mecer apaciblemente por el viento.


                                                                                                                          Maite Díaz Ortega



martes, 18 de noviembre de 2014

Viaje astral

El sol se estaba poniendo cuando Lila desconectó el amplificador y Maia guardó la guitarra en su funda. Habían estado tocando toda la tarde sin reparar en su voraz apetito. Cenaron entre risas y casi sin darse cuenta se durmieron. Lila, se despertó en medio de la noche. Vio como Maia, que dormía plácidamente en el sofá, se desdoblaba y se elevaba hasta el techo. Un cable plateado unía ambos cuerpos. Cerró los ojos y siguió durmiendo.



                                                                                                                           Maite Díaz Ortega



lunes, 17 de noviembre de 2014

Nana

Allí arriba brilla una estrella en el cielo
esperando a la luna enredarse en tu cabello,
tu mirada dibuja un arcoiris en el horizonte
y la brisa de tu boca me susurra al oído
que el amor que compartimos es infinito.



                                                                                                                         Maite Díaz Ortega

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El desierto

Abrió los ojos que le pesaban tremendamente. Una luz casi cegadora le impedía ver dónde se encontraba. De pronto, sintió que su mano izquierda agarraba algo con fuerza. Lentamente, la abrió y con su otra mano, tomó con delicadeza entre sus dedos la cadena de la que suspendía aquel singular colgante. Su estructura, de metal, formaban la flor de la vida y en su interior se podía ver una malaquita cónica colgada haciendo de nexo entre la estructura metálica y la cadena. Sintió, súbitamente, un calor intenso en la palma de su mano izquierda que le producía cierto bienestar cuando, inesperadamente, LiLa se dio cuenta que se encontraba rodeada de fina arena que cambiaba con la luz del sol. Miró atónita a su alrededor contemplando aquella inmensidad. Lila se hallaba en algun lugar de algun desierto y no recordaba cómo había llegado hasta allí.
Se puso en pie mientras se metía el colgante en un bolsillo y se dispuso a andar hacia ningun lugar. Cuando llevaba horas andando se percató que no sentía apenas cansancio, tampoco sed ni hambre. Por el contrario, Lila se sentía más enérgica que nunca y decidió caminar más rápido y cada vez más hasta comenzar a correr. Era increíble, no se extenuaba, ¿qué me está sucediendo?, paseaba este pensamiento por su cabeza cuando de repente, Lila, en una zancada advirtió como su cuerpo levitaba en aquella inmensidad . ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? Observaba atónita a su alrededor aquel infinito desierto. Mirase donde mirase solo veía océanos de arena ondulando exquisitamente aquel cálido paisaje. Se sentía maravillada a la vez que desconcertada por la incertidumbre de no saber, entonces cerró los ojos y respiró profundo, hinchándose y desinflándose como un globo. Seguía respirando en calma cuando abrió los ojos y divisó algo en la lejanía justo enfrente de ella y  hubiese jurado que antes no estaba allí. Parecía como si fuese una tormenta de rayos. Sin pensarlo, de un impulso Lila apareció en aquel lugar, como si se hubiese teletransportado. Se encontraba en medio de aquel arociris de luces, algunas de ellas la alcanzaban y la penetraban, cuando esto sucedía, ella se sentía plácida y se dibujaba una sonrisa casi picaresca en su rostro. Los rayos eran cada vez más frecuentes y más intensos, se pintaban colores brillantes que la tenían fascinada. Inesperadamente, algo parecía surgir de aquella tormenta rutilante. Las luces se orientaban por grupos, bajo la atenta y sorpendida mirada de Lila. También se observó a si misma que a pesar de estar viviendo semejante experiencia, seguía respirando profundo y se encontraba en calma. Delante de ella, se erigía una extraordinaria pirámide. Una puerta de grandes dimensiones la invitaban a entrar en aquel vetusto monumento. Sus manos acariciaban con suma delicadeza los ladrillos vidriados que, sobre un fondo azul coloreado con polvo de lapislázuli dibujaban una serie de leones, dragones y toros andantes enmarcados por ornamentos de gran simpleza geométrica. Empujó con todo su nuevo potencial adquirido, pero la puerta no se movió ni un poco. Repentinamente, Lila se acordó del péndulo que llevaba en su bolsillo y lo sacó sin saber muy bien para qué. Asombrosamente éste brillaba de forma vigorosa mientra lo sostenía dejándolo colgado sobre su mano izquierda, la cual había colocado intuitivamente, con la palma hacia arriba. Un cavernoso sonido emergió del interior anunciándole la apertura y Lila, resuelta, atravesó la puerta. Un ritmo catártico la invadió de pies a cabeza, sintiéndose instantaneamente purificada. En ese preciso instante supo que se encontraba en su propio desierto, a la entrada de su inherente alma. Respiró con profusa calma antes de sumergirse en sus profundidades, dispuesta a hallarse a si misma.


                                                                                                                   Maite Díaz Ortega


jueves, 30 de octubre de 2014

El nacimiento de la Mariposa alas de pájaro

No sabía hacia dónde la llevarían sus pasos, lo único que tenía claro era que quería seguir los impulsos de su corazón. Se sentía como una recién nacida queriendo descubrir el nuevo mundo que se postraba ante ella. Pero no todos comprendían el por qué de su decisión y eso la ahogaba en ocasiones. Agotada, Paula se dio cuenta que era una pérdida de energía hacerse entender y que quien osaba juzgarla, en realidad, era porque se veía reflejado en ella y se estaba juzgando a si mismo. Prosiguió su camino, a pesar de las barreras que iba encontrando. De repente, Paula, sintió un dolor terebrante en su espalda y  descubrió esperanzada que tenía alas. Al principio, no sabía muy bien como usarlas, intentó en varias ocasiones desplegarlas, pero el dolor era casi insoportable. A pesar de estar adheridas por el desuso,  ella no cejó en su empeño y, poco a poco, fue logrando extenderlas. Como una preciosa mariposa alas de pájaro, se dispuso a emprender el vuelo. Se elevó hasta alturas insospechadas, lo que le permitió observar el mundo desde otra perspectiva, con otros ojos. Lo que  en un principio le parecía colosal ahora simplemente era insignificante.


[ "Mujer bonita es la que lucha" y tu eres preciosa, te quiero Amiga]

                                                                                                                           Maite Díaz Ortega









miércoles, 29 de octubre de 2014

Sedientos de libertad

La llama arde. Los corazones laten emulando el sonido de los tambores quebrando el tenebroso silencio que precede a la batalla. Una señal inminente indica que ya ha llegado la hora. El penetrante rugido de aquellas almas en pena impulsa sus espadas al aire. Sedientos de libertad, se apresuran a por sus presas como lobos hambrientos. El frío acero se hunde en el torso del enemigo, la sangre comienza a brotar, se oxidan las cadenas y las almas por fin libres, caminan en paz.


                                                                                                                   Maite Díaz Ortega




                                                                                                                     

martes, 28 de octubre de 2014

Puto Interruptor

Que alguien encienda la luz, por favor.
para ver donde no logro llegar.
Que alguien encienda la luz , por favor
para no tropezar siempre con la misma pared.
Que alguien encienda la luz por favor,
que no quiero ver más monstruos en la oscuridad.
Que alguien encienda la luz, por favor
y me enseñe dónde está el puto interruptor.


domingo, 26 de octubre de 2014

Afinado Amor

Posas con suma delicadeza las yemas de tus dedos sobre mi alma,
disponiéndote a martillear las cuerdas de mi corazón.
 entonas una fresca melodía mientras nos bebemos con calma
despojándonos de nuestro ajado caparazón. 

Mientras mi voz  se quiebra en tus entrañas, 
la magia hace acto de presencia en toda la habitación,
resonando con fuerza más allá de las montañas,
nuestro amor, al fin, encuentra su afinación. 

                                                                                                                           Maite Díaz Ortega



Me miras y sin embargo no me ves

Me miras y sin embargo no me ves,
afligido por el dolor que empaña tu ser,
no te deja ver
un nuevo comienzo, un inédito amanecer.

Me hablas de ti, de lo que anhelas
pensando en lo que fue, es o será,
mas erraste en las coordenadas
y no es ella quien está
en los sueños que yo soñaba años atrás
y que tu me narrabas ayer sin cesar.

Comprendo que intentas encontrar el porqué lo vuestro no funcionó
 y aguardo con ganas el día que te des cuenta
que todo es como sucedió.

                                                                                                                                     Maite Díaz Ortega

Palabras al viento


Silencio, la noche pare la música que me contonea
El susurro de tus ojos,
Que anida en mis recuerdos,
Viene a mi, mientras mis dedos rasgan las cuerdas de tu alma,
La dulce voz en tus oídos se hace eco en mis entrañas
Cada vez que me acaricias con la verdad de tu cálida mirada.

                                                                                                                                     Maite Díaz Ortega

miércoles, 22 de octubre de 2014

Charlas en el jardín con mi padre

-Tengo tantas cosas que decirte, papá que no se por dónde empezar.
-Pues empieza por el principio, hija.
-Está bien. ¡Te quiero mucho, Vati!
-Y yo a ti, cariño. Continúa.
-Sí, claro.  Quiero darte las gracias por haber sido un padre excelente, por haberme querido como lo hiciste, por pasar todo el tiempo que podías conmigo, por permetirme ser yo, por jugar conmigo, por enseñarme tu parcelita de huerto y soportar que te lo destrozase todo, recuerdo esos momentos contigo con mucho cariño y contenta de haberlos vivido. Al igual que cuando me llevabas contigo al trabajo, algun día que podías y me enseñabas a tomar medidas y me explicabas las cosas. También me encanta haber vivido los momentos del sofá donde nos dejábas que la hermana y yo te espachurrásemos mientras estabas tumbado intentando descansar después de un duro dia . Gracias, Vati, por prestarte a jugar también con mis amigas, ¿recuerdas cuándo estabas sentado en el sillón, haciendo como que veías la tele y Loli y yo nos acercábamos despacito porque tu estabas con un gesto impasible, completamente inmóvil y después nos pegabas un susto? Qué risa. También te agradezco el que me enseñaras a hacer esos huevos fritos con ajos, a algunos de mis amigos les encanta. Y, ¿recuerdas aquella vez que me desperté junto a mamá y a ti y la abrazabas y me echabas de vuestro lado bromeando?, gracias por esos momentos y muchísimos otros que vivimos.
-Me alegra oír lo que me dices, mi amor. Fueron seis años únicamente pero me encargué de que cada día supieses lo que te amaba, para que hoy sepas que aún te amo.


                                                                                                                        Maite Díaz Ortega

lunes, 20 de octubre de 2014

Entre sueño y realidad

Hoy he recibido una noticia muy agradable para mi y que quería compartir con vosotras! Van a publicarme "Clic", un microrrelato de terror, estoy muy contenta, sorprendida y también muy agradecida. Cuando escribo me siento viva y siento que tengo mucho que compartir. Espero que poco a poco pueda ir ahondando más en este fantástico mundo y poder seguir compartiendo y entreteniendo. Gracias a todas y en especial a Alicia Tinte que es por quien me enteré del concurso que me vino en el momento adecuado a la hora justa. También agradecer a http://www.diversidadliteraria.com/ por este magnífico presente.


 Clic

Le falta el aire, la calle se estrecha. La sangre se resiste a seguir su flojo, la rigidez se apropia de su cuerpo. Se detiene exhausta, la voz se torna muda. Las pulsaciones se aceleran, el corazón parece estallarle. Ella observa el vacío que hay en su mirada. ¡Clic! Sus pupilas se desconectan, su cuerpo se quiebra. Se va vaganado junto con los demás espectros.


domingo, 19 de octubre de 2014

El aspersor que quería refrescar

Érase una vez un aspersor que yacía solitario en un deshidratado jardín. La hierba apenas conservaba sutiles matices del verdor que algún día lució, los árboles apenas podían respirar y su resquebrajadas ramas parecían pedirle al cielo que lloviese. De repente, el aspersor que estaba oxidado por el desuso, empezó a escuchar un extraño ruido que captó su atención. No sabía muy bien de que se trataba, lo cual provocó más curiosidad en él y decidió prestarle más atención aún. Poco a poco, aquel misterioso ruido se iba acrecentando haciéndose más fuerte y más fuerte en sus adentros, hasta tal punto que se le hacía insoportable. Parecía que iba a estallar, se sentía asustado y muy angustiado. ¿Qué era aquel horrible ruido? ¿de dónde procedía? ¿Y cómo en todo este tiempo jamás antes lo había escuchado?. Cuando todo parecía derrumbarse, un agradable soplo de aire le trajo el sonido del traqueteo de un tren en la lejanía. De pronto, el bocinazo de aquel tren le dio una sacudida de tal magnitud que todo ruido se desvaneció. Cuando todo estaba en silencio, el aspersor sintió como que algo dentro de él se movía y comenzó a sentir unas voces que más tarde identificó que venían de la hierba y de los árboles de aquel jardín. ¡Tengo sed!, gritaban todos al unísono. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo que siempre había querido hacer era refrescar la hierba y dar de beber a los árboles. Así que respiró profundo y movió algo dentro de él impulsando el agua que salía con fuerza. Con énfasis regó los miembros de aquel jardin del que él también formaba parte.
                                         

                                                                                                                                    Maite Díaz Ortega 

Divagaciones

Introducidiéndome en mi emoción me hallo, respirándola [respiro] -el pecho se me encoge y el corazón me late más deprisa- La saboreo [respiro] -no está tan amarga como pensaba- La escucho -"can anybody find their home?" resuena en mi- La siento [respiro] - siento cosquilleos en mis manos[respiro], mis pies están fríos [respiro] , siento un agradable calor en el empeíne, en un punto concreto como si tuviese puesto un círculo caliente del tamaño de una moneda  [respiro] [respiro], me siento cada vez más tranquila[respiro]..[respiro]....[respiro], el pecho ya no está encogido [respiro]....  [respiro]................. [respiro]............................... [respiro]........................................[respiro]

                                                                                                                          
                                                                                                                                     Maite Díaz Ortega

viernes, 17 de octubre de 2014

Nowhereland

Sometimes words come to me like a river's flow

sometimes they get simply lost in Nowhereland

I just wonder where this place floats

only to immerse myself as deep as I can

 finding the essence of lost words

get myself carried away as if I were a wise woman

 ready to tread the boards

 ready to manage the dance band

returning back with my soul full of newborn words

prepared to be expand_ed.

                                                                                                                             Maite Díaz Ortega
   
                                                                

jueves, 16 de octubre de 2014

La puerta


 Se podía observar claramente el terror que habitaba en su mirada. Daniel lloraba desconsolado como un niño pequeño. El ruido invadía su cabeza arrancando profundos gritos de dolor que provenían de sus entrañas. Su cuerpo estaba paralizado por el miedo cuando una puerta se abrió y apareció Raquel, envuelta en una misteriosa y apaciguadora luz tenue procedente de un candil que sostenía en su mano. Ella se dirigió con paso firme hacia él y en un tono casi maternal le susurró al oído unas palabras que captaron la atención de Daniel. De repente, dejó de tener la mirada perdida y encontró su anclaje en los ojos de Raquel, el llanto cesó de un suspiro y sus brazos se entrelazaron dando lugar a una sensación en sus adentros que ya conocía y que, poco a poco,  comenzó a recordar.
 Unos instantes de silencio abrazados, a solas con sus respiraciones, fue más que suficiente para que la calma hiciera acto de presencia. El ruido de su cabeza se empequeñeció hasta desvanecerse. Antes de soltarse se miraron por última vez, se sonrieron y  Daniel tomó su candil, prendió su llama mientras Raquel le ofrecía nutrirse de la suya, se dio la vuelta y comenzó a andar decidido. Tomó el pomo en su mano, respiró profundo varias veces. Finalmente, atravesó la puerta.

                                                                                                                       Maite Díaz Ortega     


miércoles, 8 de octubre de 2014

PaLaBrAs -1-

                                                                           -1-

     Aquella tarde, cuando las palabras recobraron su más profundo sentido esencial, Elvira comprendió en todo su ser el sacro poder que  habita en ellas desde tiempos inmemoriales.
     Siempre le habían llamado la atención ciertas palabras, ya fuese por su significado, su forma, su sonido, u otros infinitos matices que la transportaban a otras dimensiones. Elvira se podía deleitar pronunciando alguna de sus palabras favoritas por largo tiempo. Se entretenía, observando en si misma, como los labios se presionaban entre si a la vez que sentía como esta acción le proporcionaba un leve masaje al articular la letra "P". Podía repetirla tantas veces como fuera necesario tan sólo para sentir la forma de  tomar y expulsar el aire. Abrir la boca tanto como fuera capaz, añadirle sonido y hacer vibrar su pecho, formaban una "A" que le causaba en sus brazos la sensación de elevarse, aunque ëstos permanecían en todo momento pegados a su cuerpo. Con la "R", al estar en mitad de palabra y no al comienzo, la lengua apenas le vibraba, más bien la sentía flácida. No disfrutaba con ésta letra como le ocurría con su relajante "A", a la que regresaba a pronunciar cómodamente. De repente, se veía a sí misma con un gesto que le recordó a un perro que tenía la lengua tan larga que la punta le asomaba aunque la boca estuviese cerrada, la lengua se posaba entre los dientes. A Elvira le gustaba mucho la letra "D", le causaba cosquillas en su lengua. Con la "O" le sucedía un poco lo mismo que con la "A". Hacer sonidos con la garganta le producían curiosidad, la "J" le divertía mucho y le provocaba sensación de adormecimiento en la garganta y a veces un poco de garraspera, por lo que regresaba encantada a su tan querida "A". Ésta era de las palabras que a ella más le gustaba, tanto por la fuerza de su sonido, como su significado y la influencia que podía tener en su vida.

                                                                                                                              Maite Díaz Ortega

martes, 7 de octubre de 2014

Clic

Le falta el aire, la calle se estrecha. La sangre se resiste a seguir su flujo, la rigidez se aporpia de su cuerpo. Se detiene exhausta, la voz se torna muda. Las pulsaciones se aceleran, el corazón parece estallarle. Mira a su alrededor aterrada. Gente deambulando. El se para enfrente de ella. Ella observa el vacío que hay en su mirada. ¡Clic! Sus pupilas se desconectan, su cuerpo se quiebra. Se va vagando junto con los demás espectros.
                        
                                                                                                                    Maite Díaz Ortega

lunes, 6 de octubre de 2014

A corazón abierto

¡Dime, dite! ... que nos hemos metido la mano en el pecho, que hemos estrujado hasta derramar la última gota del latido de nuestro sangrado corazón.
¡Dime, dite! ...que ya hemos elegido lamerlo con besos de un nuevo sabor.
¡Dime, dite! ...que lo amamantamos con la ternura más pura que renace de la caída más profunda a los ojos del abismo.
¡Dime, dite ! ...que hemos aprendido a cuidarlo, a respetarlo y a mimarlo.
¡Dime, dite! ...que a cada paso nos desnudamos, despojándonos de todo temor.

                                                                                                                                     Maite Díaz Ortega

Es la hora

El corazón me  late deprisa, es la hora, ya no hay vuelta atrás. Suspiro, observo el objetivo.
Es la hora, ya no hay vuelta atrás. Mis pies toman impulso y empiezo a caminar.
Es la hora, ya no hay miradas hacia atrás. El aire me penetra, nutriéndome de libertad.
Es la hora, ya no hay nada detrás. Por fin levito, cual pájaro mis alas se empiezan a desplegar.

                                                                                                                                     Maite Díaz Ortega