Los caminos a mis recuerdos
son un tanto conocidos
y es que muchas veces
los he recorrido,
ausentándome del presente,
por mi omitido,
en busca de respuesta
de algun que otro acertijo,
capturando las piezas
que antes no tenían sentido,
aisladas claves para descubrir
parte del entresijo
de la vida, sus vasos sanguíneos
y también de sus hijos,
regresando a un futuro
que en presente es vivido,
encajando los fragmentos,
que antes sin sentido,
de un rompecabezas sensiblemente dividido
multiplican el significado de lo que hasta ahora
fue exprimido:
sentido, sentido, sentido...
Atención muestra el camino,
sentido
el común ausente en el ser racional vivo
que muerto escucha,
mas sin poner atención al oído fino,
engordando el hambre del ego
sin saborear los vocablos emitidos,
removiendo lucidez, visión y clarividencia
por ojos podridos
conservando el putrefacto hedor,
meten sus narices,
estornudando juicios y prejuicios
sentenciando la piel
que libre de aspereza,
está condenada a sufrir
la dureza
de los que apuntan con el dedo,
sin primero,
haberse apuntado ellos,
acostumbrados, dogmatizados
se han olvidado que la mierda
en ellos también está habitando,
que por mirar para otro quien
y para otro lado
en lugar de mirarse para adentro,
el nombre de cobarde
se ha hecho su aliado,
solos, sin saborear el valor
de empezar a cambiar la casa
por su propio tejado,
tapian sus oídos
creyendo así que el ruido
habrá cesado.
Maite Díaz Ortega
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